domingo, 9 de febrero de 2014

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Una casa abierta y luminosa en Seattle

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Una casa abierta, sin tabiques en las zonas comunes, y en la que el color verde tiene mucho protagonismo. Es la casa en la que muchos podríamos (y desearíamos) vivir si las cosas no fueran como son, si los metros cuadrados los regalaran al comprar el pan.

Esta casa está situada en Seattle, dentro de un edificio cubierto con lamas de madera pintadas de gris que lo diferencian del resto. Dividido en tres plantas, la luz entra sin complejos por las numerosas ventanas, poco convencionales en algunos casos, como las aberturas en alto del dormitorio.

En la planta baja encontramos una zona de estar que no se sabe dónde empieza y dónde acaba. Cocina, biblioteca, zona de descanso y tertulia, comedor. Todo unido aunque claramente diferenciado por funciones.

Las paredes dan la necesaria continuidad al ambiente, mismo color, diferente uso. Mientras que en la zona de descanso los muros verdes se aligeran con cuadros en tonos suaves, en la cocina la madera toma protagonismo sin dejar de lado su cara amable. Dos frentes en L dan cobijo a una gran isla que funciona como barra, fregadero y superficie de trabajo, dando la cara a la zona de comedor, nexo de unión de todo el espacio.



Tan solo encontramos un revestimiento mural en la zona de cocción sobre el fogón, junto a un refrigerador enorme con dos puertas y congelador de cajones. Los libros, la cristalería expuesta y un pequeño bar, dan calidez a la cocina, que se convierte en el corazón de la casa.

A un costado de la isla se abre paso la escalera que comunica las tres plantas: escalones exentos que la hacen ligera en sus dos tramos, sin dejar de recurrir a una sólida barandilla.

El distribuidor de la segunda planta es sencillo y claro, con paneles de vidrio opaco, muros en blanco roto y luz que se filtra desde el exterior..



 En la planta superior está el dormitorio principal, un espacio singular en el que se dan algunas soluciones muy originales. En el centro de la estancia, una sólida estructura marca la distribución. Funciona como un cabecero en el que hay espacio para exponer objetos y que puede servir también para tener a mano libros o gadgets de entretenimiento.

Junto a él, la cama se convierte en el centro de  atención, el lugar donde acabarás sí o sí si subes hasta aquí. Tras el cabecero se encuentra el baño, que se aprovecha de la abundante luz que entra a dos caras gracias a una pared de cristal.



El color verde sigue siendo la constante, como en toda la casa, matizado por el blanco de los muros que dan acceso a la terraza exterior. Las ventanas superiores,  abiertas en la parte más alta del techo, convierten este dormitorio en una suerte de miniloft que duplica su espacio hacia las alturas.

La ropa se guarda en unos módulos colgados de una de las paredes que rodean la cama. No parece la solución más cómoda pero resulta curiosa y funciona como aparador en los tramos más bajos. Los frentes, de vidrio transparente, dejan ver intencionadamente la función que tienen encomendada.



La zona de trabajo sigue la línea del conjunto: más verde, luz y vidrio traslúcido en las mesas. La solución de almacenaje quiere complacer más la estética, dando un quiebro de líneas, que el sentido práctico, ¿qué guardarán en los cajones más cercanos al techo?


Imágenes vía bylorena.com en Flickr

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