El Bilbao de hace treinta años poco tiene que ver con el de ahora. Los colores, las formas, los espacios, son diferentes. La transformación de la ciudad la ha convertido en una visita obligada. Los alrededores del Museo Guggenheim se llenan de vida cuando la lluvia lo permite. Pasear ante Puppy o los tulipanes de Jeff Koons, quedarse quieto debajo de Mamá de Louise Bourgeois mirando su vientre gestante, o dejar volar la imaginación ante El Gran Árbol y el Ojo, de Anish Kapoor.
Serenarse admirando la nave de titanio teñida de colores calmantes, o sentirse pequeño bajo el puente de La Salve. Bilbao es una cuidad futurista. ¿No lo creéis? Volvamos a los años 80.
Imágenes originales de El Bungalow
